En algún lugar del mundo, los Bills y los Braves son una dinastía.

Llevaba tiempo sin escribir algo diferente a reviews de series, y eso no lo podemos permitir en este blog. Cuándo cree La Esquina de Casa, la idea era hablar de un poco de todo, cual contraproducente eso pudiese resultar para un blog. Pero fundamentalmente, la idea era convertirlo en un depositario de ideas en torno a la nostalgia y los recuerdos de una vida pasada en Venezuela. Digo vida pasada porque, siendo honestos, esa vida y esa Venezuela ya no existen. Pero divago.

Hoy dando vueltas por aquí y allá, se me vino a la mente una pregunta absolutamente random, ¿Qué sucede  con las franelas de los equipos que no ganan las finales?

Si usted no es asiduo del mundo del deporte, que es bastante probable que no, entonces lo que sigue es importante para el contexto. En las grandes ligas en los EE.UU. es común ver a los ganadores de un campeonato vestir franelas y gorras conmemorativas. Es un chollo de marketing, tu ves la franela y la gorra y quieres comprarla. Seguro, en un día or so están disponibles al público y ya tienes tu recuerdo que seguramente terminará como pijama o trapo de limpiar, como mi franela de los Packers del 97.

Poner cera, quitar cera (The Guardian – Link)

Lo instantáneo del asunto nos invita a pensar, y las del equipo que perdió, ¿qué pasó con esas?

Según pude leer tras una breve y fructífera búsqueda en Google, lo más usual es que terminen siendo repartidas a organizaciones de caridad que luego las distribuyen entre personas necesitadas, viajando hasta zonas como Centroamérica, África o Europa del Este. Esto me hizo concluir al menos, dos cosas:

Lo primero, que debe exisitir un curioso mercado de personas que cazan estas rarezas por distintos lugares del mundo, seguramente pagando una barbaridad (o no, según el cambio) por una franela que, literalmente, es regalada. Lo segundo es que según que tanto viajen estas piezas, según qué tan aislado o ajeno a los eventos deportivos esté el lugar, en ciertos rincones del planeta habrá alguien que jura que los Bills la rompieron a principio de los noventa, o que los Bravos no dejaron nada para los demás en esa década.

Me hace gracia imaginarme un pequeño pueblo en las montañas donde dos amigos discuten cuál equipo fue mejor, si los Panthers del 2004 o los Eagles del 2005. La discusión termina cuando un tercero que llegue a aclarar que ambos están equivocados, ya que el mejor equipo son, evidentemente, los Patriots del 2008 y su temporada perfecta. Piénsenlo, puede que haya una casa en algún lugar del planeta donde Peyton Manning nunca ha perdido un Super Bowl, o donde los Yankees son el “casi, casi” del beisbol.

Mire usted, entonces, cómo se entera uno que eso de los universos paralelos está más cerca de lo que pensamos, y lo único que hizo falta fue una franela y una gorra.

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