Jackie o Camelot no se construyó sola.

De Jackie sabíamos más bien poco. De la película, claro, no de la señora Kennedy. No ha sido una película con una gran distribución  o mucha inversión en marketing, porque normal, es una película de 9 millones de dólares, que puede sonar a mucho para uno que es un triste pelabolas*, pero que en el gran esquema de las producciones de cine, es más bien un film modesto, plan indie. Igual cuando se presentó la oportunidad de verla, no la dejamos pasar, porque es Natalie Portman que es muy grande, en talento claro, dios lo bendiga y su metro sesenta de estatura.

(*Venecositas: Pelabolas es el que tiene poco dinero, o pocas cosas que hacer.)

De Pablo Larraín solo había visto No, que estuvo nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera. Si no la han visto, véanla. Eso sí, si son hispanoparlantes, busquen la versión que tenga subtítulos, porque con permiso de los amigos chilenos, de otra forma es francamente incomprensible. Pero hey, puntos por autenticidad, pulgares arriba.

Entrando ya al ruedo, Jackie, de 2016.

La película es un retrato de Jacqeline Kennedy, enfocada particularmente en los días que siguieren al asesinato de JFK. Narrativamente está enmarcada en la entrevista realizada por Theodore H. White de la revista Life una semana después del asesinato. Sin embargo, como el título sugiere, más que mirar los hechos, la película se centra en descubrir el verdadero rol de la señora Kennedy en todo este asunto.

Larraín centra entonces todo el protagonismo y el punto de vista en Portman, quien hace un notable trabajo interpretativo, no solo en su caracterización de Jackie, incluyendo su…erm, curiosa afectación al hablar; sino también en expresar las emociones, las evidentes y las contenidas,  de una mujer que fue lanzada en medio de uno de los episodios más duros de la historia americana sin ninguna garantía sobre el “y ahora, ¿qué?”

Eso no significa que el director nos aisle del contexto, faltaría más viniendo del señor Larraín tan interesado en el relato histórico. Por el contrario, logra transmitirnos la urgencia del momento pero desde un punto de vista diferente, el de Jackie. Seguro, la cámara nos muestra los momentos más duros, desde el mismo asesinato de Kennedy en Dallas a su funeral en Washington, pero lo hace siempre de la mano de Jacqueline, por momentos evocando el trabajo de la Juana de Arco de Dreyer, con poderosos primeros planos centrados en la protagonista y su emoción.

Hay que reconocer el trabajo cinematográfico del francés Stéphane Fontaine, quien sabe balancear la atención entre Portman y el que es uno de los escenarios más retratados del cine, Washignton DC. Particularmente dos espacios, la Casa Blanca y el Cementerio de Arlington cobran protagonismo durante la película. El primero como un escenario con un profundo legado que fue, precisamente, la señora Kennedy la encargada de sacar a relucir. Sin embargo, en los momentos claves, la Casa Blanca deja de ser este escenario mítico para convertirse en un enorme cascarón para contener el desconcierto de la viuda del presidente. Menciono Arlington por un detalle que me llamó la atención. Quien está más o menos familiarizado con el funeral de Kennedy recuerda dos imágenes: el saludo del pequeño John a su papá, y la Llama Eterna presente en su tumba. Curiosamente, ambos están ausentes en la película. Por el contrario, vemos el cementerio como un lugar sombrío, duro, desnudo de pompa.

El trabajo de la compositora Mica Levi también es notable,  tanto que está compitiendo por un calvo dorado de esos que dan en Hollywood. Pero hablando en serio, el score es  lo primero que te marca el tono. Con historias de este calibre uno está acostumbrado a otro registro, uno más meloso, por qué no, más ñoño o más buenista. La partitura de Levi no es nada de eso, es simple en su textura pero logra capturar el tono emotivo y potenciarlo. Claro, el golpe maestro sonoro es sin duda la inclusión del número Camelot del famoso musical del mismo nombre. También puntos por la presencia de El Cant dels Ocells, el cual me pareció apropiado.

La leyenda de los años de Kennedy, o más bien los Kennedy, esa especie de familiar real americana sin corona, nace precisamente de la asociación con este musical. Sí, estaba la Guerra Fría, la Crisis de los Misiles, la Carrera Espacial, el mismo asesinato de Jack y eventualmente, el de su hermano Bobby, y un largo etc. Pero también está la leyenda.

Es un acierto el construir la narrativa sobre una entrevista. Me hizo recordar uno de mis westerns favoritos, El Hombre que mató a Liberty Balance, por este recurso pero también por una línea que me parece que aplica a cualquier momento histórico: cuando la leyenda se vuelve hecho, imprime la leyenda. Y si hay algo que nos deja claro esta película es que si hubo alguien ágil e inteligente en su labor de edificar la leyenda de Camelot, fue Jackie.

En el fondo, esta película no es más que eso, es la leyenda no contada de quien hizo muchísimo por contar la leyenda más conocida. Todo esto en un mundo que la veía como poco más que la guapa señora que vestía de Channel. En los libros tenemos todo lo demás, Camelot, el idealismo, la leyenda. Este film  lo que hace es invitarnos a no olvidar que en medio de esa historia tan brillante como convulsa hubo, por un momento, una mujer muy humana que se llamó Jackie.